jueves, 21 de marzo de 2013

Sobre los árboles del fondo, hay pájaros. En un rato iré a tocarlos pero mientras tanto, bebo este mate. El día está en su límite visible, un poco más y tendré que encender las luces del jardín. Media hora, cuarenta minutos. Lo suficiente para terminar la pava y estirar la tarde. A las siete u ocho en verano, las cosas cobran formas increíbles, en los charcos de lluvia está la luna refractada en mil pedazos, repartida en cada onda. Nunca estuve mejor. Mi reposera rechina a cada movimiento, y en la radio portátil pude agarrar la 106.5: la radio con los temas del momento. Escucho esos acordes villeros, me conmuevo. 
Con esta alegría, defino mis próximos movimientos.

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